Mi historia de cómo llegué a la Jornada Mundial de la Juventud, cómo lo considero como evento culmen, pero al mismo tiempo el inicio de un nuevo capítulo.
Parte 3.
El primer día exploramos la ciudad, para de ahí encontrarnos con nuestros hermanos mexicanos en el Parque Cristonautas, y fue un momento hermoso estar ante el Señor en ese momento de adoración. Poco después me encontré a la gente de mi diócesis, y fue un momento de gozo volver a ver a mi amiga Juli, el Padre Carlos y compañía, todos ellos de un pueblo cercano al mío. Ya después de ello fuimos a la misa de inicio en la Colina del Encuentro, y me sorprendió las similitudes del portugués con el español cuando se proclamaba la Palabra de Dios. Fue un momento sorprendente el yo traducirles lo que se estaba proclamando a Clara, Paola, Diego, Marce… Si hay palabras que se me quedaron grabadas fue que cada uno de nosotros estando allí tomó un camino único, dejando la virtualidad del mundo y ponernos en camino al encuentro de Dios. Así como nosotros nos reunimos, así María fue con su prima Santa Isabel (porque da la casualidad de que el día que inició la jornada celebramos la Visitación de María), María fue con prisa pero sin angustia, con alegría. Fue en esa misa también donde me conmoví, al ver que la Iglesia va más allá de mi parroquia, pero también fijarte la realidad actual de Europa, con una espiritualidad en decadencia. Todos los días en este viaje tenía mucha energía, ¿cómo es que tenía tanta? Solo Dios sabe. Salimos de la misa y uno andaba haciendo piruetas, bailando, ondeando la bandera…
El segundo día tuvimos nuestra catequesis que en breves palabras nos llamaba a proteger la creación, a los demás, a nosotros mismos, a construir un mundo mejor desde nuestra trinchera, pero sobre todo a llevar a Dios a los demás, como María llevaba la presencia de Dios (puesto que estaba encarnada en ella) a Isabel y a todos los demás. Ya de ahí nos fuimos a comer y a alguna que otra actividad del Festival de la Juventud. Este día significó mucho por tres cosas: conocí a Hakuna, y me enamoré de lo que ellos transmiten en sus canciones como lo hacen con mis amigos de viaje; Paola me dio una luz, sin querer, sobre la vocación: “Siempre hay que buscar en nuestra vocación y servicio a Jesucristo. Si no lo vemos o no está, entonces ese no es el camino o la vocación”, y vaya que es muy cierto eso, gracias Dios por ponerme en el camino a mi hermana (quién resulta que tengo muchas cosas en común) y darme una luz que el camino que tomé es el correcto; y tercero fue ver a jóvenes de países donde están en conflicto, como Ucrania. Eso me conmueve y a veces me saca las lágrimas, porque a pesar de lo difícil que se puso la situación en esas tierras, los jóvenes siguen presentes, siguen vivos, fue un rayo de esperanza verlos.
El tercer día fue el día en el que el Papa y los jóvenes se encontrarían. Y en los siguientes días pude sentir la presencia de Dios en todos los ámbitos. Para empezar la catequesis nos hizo conscientes sobre la fraternidad entre la comunidad, muchas luces me llevo de ese tema como el hablar con la verdad, cuidar la integridad de todos y la propia, pero también con la sorpresa de que el Señor me convocaba a proclamar su Palabra en la misa que daba por terminada la catequesis. A partir de ahí yo me separé del grupo junto con Luis Carlos, para asistir a la feria vocacional e ir a ver los confesionarios. Ya después de estar un rato ahí y reencontrándome con Luis partimos a la Colina del Encuentro para encontrarnos con el resto del grupo. Ya entramos y Luis Carlos y yo empezamos a buscar, en eso se me acaba la batería y quedo algo incomunicado, y de repente Luis se va a una zona y los voluntarios me cierran el paso. En ese momento pensé ¿qué haré? ¿cómo le hago para llegar con mis hermanos? Y en eso, solo Dios sabe cómo fue esa movida (muy probablemente el Espíritu Santo), pero llegué y justo a tiempo para ver al Papa muy cerca y escuchar el mensaje para los jóvenes. Todo lo que dijo el Papa en su momento es realidad, Dios nos llama y nos ama sin maquillaje, sin máscaras, como somos. El hecho de estar allí no era casualidad, y la Iglesia era un espacio para todos (sí, todos), no por algo había gente de los 5 continentes en ese lugar, con diferentes circunstancias de vida. Si nosotros somos conscientes de esa grandeza de Dios, ¿por qué habríamos de tener miedo? Como dice la carta a los Romanos “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rom 8, 31). El Papa muchas veces dijo eso “no tengan miedo”, y la iglesia es para todos, todos, TODOS. Esas palabras sé que, para mi grupito, y para un servidor sanaron muchas cosas…
Terminado eso nos fuimos a dormir, porque al día siguiente íbamos a visitar Fátima. No sería la Jornada completa si no visitábamos Fátima. Pero nos advirtieron que iba a ser una experiencia fuerte, que quien fuera susceptible a cosas fuertes que mejor no fuera… En ese momento me invadió mucho miedo, me entró la incertidumbre de qué iba a ser mi vida después de visitar Fátima, qué iba a pasar allá. Pero en eso recordé quiénes me habían llamado en primer lugar para estar allá, y me dije a mi mismo “es un miedo normal, sí, pero recuerda que nuestra Señora te pide estar ahí, es por algo.”
Al amanecer del cuarto día partimos allá. Lo único que puedo decir es que salí de Fátima diferente, con la conciencia de que su mensaje no es apocalíptico, sino un mensaje de esperanza y conversión que todos deberíamos de acoger en nuestras vidas. Era una paz estar en ese lugar, caminando por donde Jacinta y sus primos caminaban y donde apareció nuestra Señora. Ciertamente ahí comprendí que Dios no te deja solo en tu proceso, Él te va preparando y te va acompañando, como lo hizo con los pastorcitos, un proceso de muchos cambios, pero para bien, porque el plan de Dios es perfecto. Además de que me dio un regalo muy bonito, que aunque a veces se me olvida que lo llevo conmigo, procuro ponerlo en práctica siempre. Regresamos a Lisboa y fuimos al encuentro de los influencers, acompañando a Karlita. Íbamos Zayra, Diego, Lalito, Marce y yo. Ahí nos topamos con Rorro, el Padre Borre y muchos otros evangelizadores digitales. Y terminado el encuentro nos fuimos de regreso a Oeiras. Para ello nos encontramos un grupo de mexicanos que traían una bocina con música muy popular en el país, y pues vaya que fuimos los que pusimos ambiente ese ambiente. Saludos a Fede, Dani, Emiliano, Ángel, y compañía si están leyendo esto. Fue un momento muy bonito que jamás olvidaré y en el cuál también vi a Dios a través de la alegría y el amor.
Para finalizar la Jornada, el último día nos fuimos al Campo de Gracia. Fue una peregrinación intensa, en la que yo siempre iba pensando que Dios nos acompañaría en el camino. Los que fueron saben que el Campo de Gracia para entrar se puso muy difícil después de las 4-5 pm (tiempo local). Cuando llegamos después de un largo y exhausto camino, intentamos entrar y casi era una estampida humana. Fue una experiencia difícil, traumática para muchos. Rezamos todo el grupo el rosario en ese momento, para tranquilizarnos, de alguna manera también para poner orden en esa zona. Después salimos de ahí, fue el momento de adoración, y era increíble el silencio que había en toda la zona, cómo el Señor daba calma en ese silencio a más de 1.5 millones de jóvenes reunidos. Finalizada la adoración con el Papa, la mayoría ya se iba a retirar, fueron muchas emociones en un solo instante que prefirieron irse de ahí, a ellos les tocó irse y dormir en el aeropuerto. Pero algo dentro de mí me impulsaba a quedarme, no bastaba todo lo que había vivido de momento difícil y el cansancio, y era fuerte ese impulso. Recordando ello mientras escribo estas palabras, ahora entiendo que era el mismo Dios, porque mi misma humanidad no era, ¿cómo todavía energía y había claridad después de un momento tan feo como ese? Ya me contacté con los de mi diócesis y con gusto me apartaron lugar, de ahí me separé de Clara y compañía y fui con los de la diócesis. Por un momento pensé que no me iban a dejar pasar en la sección en la que estaban, pero Dios estuvo ahí siempre, y se logró. Cuando me estaba instalando, desperté a una joven portuguesa, y pues le pedí disculpas que no se moviera, pero en eso ella me dijo que no había problema, que se iba a mover para poder caber los dos. Le agradecí y ya platiqué con los de mi diócesis sobre todo lo que habíamos vivido hasta ese momento. Después de un rato caímos rendidos y el primer sonido que recuerdo escuchar fue que el cura DJ nos despertó a todos. Ya después, avisaron que el Papa iba a recorrer todo el Campo de Gracia, y por pura coincidencia me tocó estar cerca de la valla, entonces vi al Papa pasar cerca.
Ese día se celebraba la Transfiguración del Señor. Una solemnidad importante en mi persona, puesto que una canción que marcó mi proceso de fe se basa en ese pasaje: “Qué Bien se Está Aquí” de Athenas. Esa misa de envío es uno de los recuerdos que más atesoro de esta JMJ. En donde no solo recordamos el acontecimiento glorioso del Monte Tabor, donde Jesús a sus discípulos les enseña su grandeza, su gloria. Es también un acontecimiento que ligado a la Jornada nos enseña a resplandecer como Jesús lo hace, a escuchar como el Padre nos aconseja cuando miramos a su hijo, pero sobre todo a no tener miedo de compartir lo que aprendimos. Era momento de bajar del Monte a compartir todo, la Jornada ya se estaba terminando. Pero, sobre todo, este mensaje del Papa Francisco en la homilía de la misa de envío fue algo que para todos nos conmovió, pero sobre todo nos sanó. Cito: “Queridos jóvenes, quisiera mirar a los ojos a cada uno de ustedes y decirles: no tengan miedo. No tengan miedo. Es más, les digo algo muy hermoso, ya no soy yo, es Jesús mismo quien los está mirando en este momento. Nos está mirando. Él los conoce, conoce el corazón de cada uno de ustedes, conoce la vida de cada uno de ustedes, conoce las alegrías, conoce las tristezas, los éxitos y los fracasos, conoce el corazón de ustedes. Lee vuestros corazones y Él hoy les dice, aquí, en Lisboa, en esta Jornada Mundial de la Juventud: "No tengan miedo". Anímense, "no tengan miedo". No era el Papa, era Dios mismo que nos estaba diciendo estas palabras. Revitalizados y enterándonos que el Papa nos convocaba a Roma en 2025 y a Seúl en 2027, salimos de ese encuentro. Tardé mucho para llegar nuevamente a Oeiras, pero sin duda todo valió la pena. Me reencontré con todos y dormimos porque nos esperaba la segunda parte de este viaje.
Volamos de Lisboa a Roma. Nos hospedamos en Roma y dormimos un poquito nomás. Nos levantamos y fuimos al Vaticano. Fue un momento para al estar ahí agradecer a Dios por todo lo que había experimentado, pero también darme cuenta de detallitos que no había visto en la primera visita. Después de ello, nos fuimos caminando hasta el centro de Roma, mientras nos reíamos y sonreíamos ante aquel día, alegres por todo lo que vivimos en la JMJ. Después nos fuimos al hotel para descansar, porque el siguiente día nos íbamos a un lugar especial.
Es en esta parte de la historia es donde el beato entra al cuadro. Cuando ya casi se llegaba la fecha, Ramón nos propone la posibilidad de ir a Asís. Y yo de inmediato dije, muy bien, adelante. Pero es cuando llegamos al hotel, o unos días antes en los que el grupito comenta que vamos a ir a donde se encuentra la tumba de Carlo Acutis. Esa noche que me cayó el veinte, iba a visitar a mi close friend del cielo. Y con profunda emoción me dormí y me preparé. Al día siguiente bajamos y algunos nos adelantamos, en eso se me hizo fácil decirles que iba por algo para botanear (un croissant y una Fanta de naranja), pensando que iba a ser una atención rápida. Para cuando me atienden ya no veo a nadie, me marcan así de “¡córrele ya se va a ir el tren!”. Y pues me dejó el tren, por una Fanta. Yo ya lo veo con risa, pero en su momento si fui algo duro conmigo diciendo “todo por tus antojos, ¿y ahora?” Aunque en el fondo decía, si Carlo también metió su cuchara en este viaje, entonces de alguna u otra forma voy a llegar a Asís, basta confiar que Dios va a acomodar todo a pesar del chascarrillo. Y así fue. Coincidentemente algunos del grupito se quedaron, entonces nos movilizamos para conseguir boletos para llegar allá y alcanzar a los demás. Y como a la hora ya estábamos en tren para llegar a Asís, mientras tanto platicaba con Juan Pa y Ale sobre la vida y también de qué esperábamos llegando allá. Llegamos al medio día, justo cuando los otros estaban comiendo. Yo me adelanté y me encontré con el grupo. Solo alcancé a visitar la Basílica de San Francisco, la de Santa Clara queda pendiente. En eso, cae otra bendición de Dios. Sin duda Dios nos bendijo en este viaje con mucho. Un amigo sacerdote de Clara le menciona que va a celebrar la Eucaristía en el lugar donde está la tumba de Carlo Acutis, y en eso nos vamos todos al lugar, llegamos justo a tiempo. Dicha celebración fue algo único, y después de ello fuimos a visitar la tumba de mi close friend del cielo. Estar enfrente de él, de un beato, el cuál te escogió como amigo, es una sensación indescriptible. Yo antes de llegar, pensaba en qué iba a decirle, qué iba a contarle, qué iba a pedirle. Para el momento que llego a su tumba, me quedo mudo, me quedo en blanco. Solamente lo contemplaba, pensaba que él vivió como tú, como yo… solamente me quedó decirle en oración: “Gracias por tu ejemplo, gracias por traerme hasta aquí, simplemente gracias…”. Creo que es una sensación que mis compañeros de viaje comparten, porque fue un momento muy intenso, pero al mismo tiempo lindo, estar con un beato de nuestros tiempos. Salimos y solo se respiraba paz. Asís es uno de los lugares más pacíficos en el planeta. De regreso a Roma, me quedó claro una cosa. Después de un momento difícil como lo es salirte de un grupo que tanto quisiste, es tiempo de volver a formarte, y gracias a la convivencia y al testimonio de mis compañeros de viaje a quienes tanto quiero, decidí unirme a Hagamos Comunidad. Y lo manifesté, todo esto que escribo (más corto obviamente), a Zayra, Payolis, Clara, Lalo, FatiLi… y pues desde entonces pertenezco (aún y cuando la universidad y el trabajo pastoral me impide a veces estar del todo, pero aquí sigo). Y pasar una noche cenando con ellos brindando por la amistad y conviviendo de una manera que todavía atesoro con mucho cariño, y que ustedes saben que aquí estaremos siempre.
En el último día del viaje, lo último bello pasó. La santa que menciono al inicio entró en escena. El Centro de Catecismo en el cual imparto catecismo tiene su patrona, Santa Elena. La madre del emperador Constantino que recuperó muchas reliquias de Tierra Santa relacionadas a la Pasión de nuestro Señor, dígase el letrero INRI, los clavos, las espinas de la corona, la cruz, la escalera del pretorio…
Bajamos ese día y fuimos rápido a San Juan de Letrán, a donde está la escalera del pretorio (con algunas manchas de sangre aún). Pero lo más intenso fue ver las reliquias que Santa Elena trajo. Es decir, ya no solo sin haber visto había creído desde niño todo lo que nuestro Señor había hecho por nosotros, sino también que ya lo estaba viendo en vivo y a color. Jamás hubiera imaginado que hasta Santa Elena metería su cuchara en este viaje, permitiendo con su intercesión visitar la Basílica donde están las reliquias de la Pasión… Fue inexplicable ver todo eso. Y de ahí nos fuimos a la Santa María la Mayor, y colorín colorado, vámonos al hotel y regresemos a casa.
Sin duda la última parte del viaje fue una experiencia inolvidable, donde sentí realmente que los Santos nos escogen. No recuerdo a quién le escuche esa frase, pero es cierto. Cómo ellos dos ahí estuvieron presentes intercediendo por cada uno y por uno mismo.
Este viaje disipó dudas, reafirmando que aquí en la Iglesia estoy bien. Dirán lo que quieran, pero a mi en mi proceso me ha ayudado a sanar y a amar más, a través del servicio a los demás. Dios me dijo hace poco a través de un amigo sacerdote muy querido: con un poco de disposición Dios hace maravillas. Y soy ejemplo vivo de ello, soy un joven frágil, pero con una disposición y un amor al servicio muy grande. También aclaró aquella pregunta sobre cómo ser auténticos mientras vivimos nuestra fe y que marca un parteaguas en mi historia, y es simple, solo sé tú. Dios se vale de todo y no quiere que finjas o te pongas una máscara, porque Él te conoce desde antes de nacer, de pies a cabeza y te quiere así como eres, sin maquillaje. Y sobre todo, me enseñó que nunca hay que crecer solos, vale más crecer acompañados, y también cuidar a los más desprotegidos, sobre todo a la juventud de mi pueblo en mi caso particular, me llevo un compromiso muy grande.
Gracias Dios porque:
A través de mi familia, mis padrinos y madrinas y sus familias me demuestras tu amor cada día desde que nací.
A través de mis compañeros de servicio (sector, catecismo, liturgia, jóvenes y adolescentes) me demuestras que vale la pena servirte.
A través de mis amigos Adrián, Lari, Daya, Meño, Jaqui, Fran, Daira, Cami, Lupita, Miguel, entre muchos otros, me enseñas que no estoy solo y soy un hijo muy amado.
A través de Clara, Pao, Caro, Ale, Juan Pa, Luis, Lalito, FatiLi, Zayra, Marce, Diego, Priscy, Vico, y todos los compañeros de viaje me demostraste lo mucho que me amas, a través de la risa, el consejo, pero sobre todo el ejemplo de semejantes personajes. No encuentro cómo agradecer tanta bendición, puesto que fue un viaje único e irrepetible, y del cuál agradeceré siempre.
Finalizo comprendiendo que este viaje me ayudó para entender esto: que, a pesar de mis flaquezas, el proceso que he tenido no ha sido en vano, y que Dios se va a seguir manifestando de muchas formas, que Él me va a seguir acompañando en este camino terrenal. Solo basta confiar en Él. Y estoy dispuesto a iniciar este nuevo capítulo en mi vida, en mi proceso, en mi fe.
No me resta más que agradecerle a Él por todo lo que me regaló, pero, sobre todo decir, que, a pesar de la adversidad y lo difícil o complicado que pueda ser, seguiré dispuesto a amar y a servir a mi comunidad, a mis amigos, a mi familia. Porque para eso fui creado. Fui creado con amor, por amor y para amar. Y “porque no hay amor más grande, que el que da la vida por sus amigos.” (Jn 15, 13).
¡Nos vemos, solamente si Dios así lo tiene previsto, en Seúl 2027 (y si se puede en Roma 2025)!
Omar Hermosillo