EL AMOR HUMANO

En este texto, se delinean algunas ideas coloquiales acerca de lo que, comúnmente, se piensa del amor, sobre todo, entre los jóvenes de bachillerato y de universidad. No es que yo haya realizado un sondeo en distintas facultades y escuelas, para plasmarlas aquí, sino que, más bien, se trata de la captación de una idea común sobre el amor que puede deducirse de las pláticas de jóvenes, series de televisión (Netflix, Amazon prime, Disney plus, etc.), películas y la publicidad de las modas, etc. Es verdad que también combino esta idea del amor como algo pasional con una idea antiquísima (el amor como algo que debe ser eterno), pues, se trata también de una idea vigente.

Con estas ideas, intentaré esbozar algunas notas esenciales del amor y, posteriormente, pasaré a la opinión de tres grandes filósofos que han hablado sobre el tema: Santo Tomás de Aquino y el matrimonio de los filósofos franceses, Jacques y Raissa Maritain. Aunque las ideas de Raissa se verán, más bien, permeadas en las definiciones y descripciones que realiza su esposo.

Por último, se pasará a una conclusión que, en realidad, no es tan filosófica como el cuerpo del texto, pero que sí contiene el motivo principal por el que decidí elaborar este escrito.

¿Qué es el amor? Definir qué cosa es el amor no es algo tan común, de hecho, lo usual es que creamos saber qué cosa es el amor. Pensemos, por ejemplo, en los jóvenes enamorados, si alguno de nosotros les preguntara qué es el amor, cuál es su esencia, cuáles son sus propiedades, nos encontraríamos, en suma, con definiciones como “el amor es el más hermoso sentimiento que uno experimenta por la persona amada”, pero nada más fuera de eso. Por otro lado, también hemos escuchado alguna vez la idea de que el amor es eterno o que es para siempre, por lo cual, si el amor fuera algo así como un sentimiento, tendría que ser un sentimiento inmutable, tanto en intensidad como duración, para que sea eterno; sin embargo, la naturaleza de los sentimientos se caracteriza por ser fugaz, inestable, circunstancial, ni siquiera los estados emocionales de trastornos psicológicos tan desgastantes como la manía y la depresión mayor son eternos, es decir, existen periodos de donde no se experimentan los síntomas (Asociación Americana de Psiquiatría, 2014, pp.160; 123-124).

Así, pues, nos encontramos hasta ahora frente a dos caminos: por un lado, si el amor no es un sentimiento, esto nos deja con la posibilidad de explorar el porqué de su supuesta eterna durabilidad; por otro lado, si el amor es un sentimiento, dicha posibilidad se cierra, y entonces, el amor sería algo pasajero, que no tendría nada de extraordinario, salvo la elevada y placentera sensación del sentimiento cuando se ama a alguien, por lo menos, al comienzo de una relación. No obstante, debe haber algo más en el amor que la manifestación de un sentimiento intenso, placentero y bello, pero al fin de cuentas pasajero, puesto que, al reducirse a un mero sentimiento efímero, nos encontramos, entonces, ante algo que no tiene ninguna solidez y cuya fecha de vencimiento se aproxima, a medida que, pasan los días, hasta que, finalmente, llega “el final del amor”; de ahí que, si el amor es el motivo y sustento más fuerte que impulsa a dos personas a unir sus vidas en matrimonio, cuando la magia del sentimiento desaparece por encanto, algunos de quienes consideraban el matrimonio, luego desistan de la relación amorosa, o, en caso más graves, quienes ya habían optado por el matrimonio, decidan abandonarlo, incluso si cuentan ya con hijos y con cierto número de años viviendo juntos.

Semejante concepción del amor, como un sentimiento bello, intenso y pasajero por la persona amada, debería, más bien, alertarnos que maravillarnos, por los efectos negativos que recaen, en primer lugar, sobre los amantes –entre ellos, la desunión- y en segundo lugar, sobre los hijos. Ahora bien, si es verdad que el amor es un sentimiento de los más hermoso, intenso y perecedero por la persona amada, ¿cómo es que encontramos matrimonios que lograron guardarse fidelidad, respeto y, sobre todo, amor, hasta los últimos días de su vida? Dicha realidad, parece desmentir la definición del amor como un sentimiento bello, intenso y pasajero por la persona amada, mostrándonos, a través de la heroica unión y admirable perseverancia de estos matrimonios, que la realidad misma del amor trasciende la belleza e intensidad del sentimiento pasajero; y, asimismo, inclina la balanza hacia la posibilidad de que el amor pueda trocarse en algo eterno o, por lo menos, en algo duradero y estable a lo largo de la vida. Empero, alguien podría objetar que eso es imposible, pues, nos diría que necesitamos de este sentimiento intenso, fugaz y bello, para persistir en el amor, y si este sentimiento falta, luego entonces, el amor se acaba. Sin embargo, este argumento no resiste el peso de la experiencia, dado que, no requerimos siempre de la motivación, de la sensación de bienestar ni de sentimientos positivos, para emprender grandes y complejos proyectos o, simplemente, realizar arduos trabajos.

Pensemos, por ejemplo, en aquellos padres de familia que cada mañana se levantan temprano de la cama, con o sin agrado, para alistarse pronto, llevar a sus hijos a la escuela, trabajar largas jornadas laborales y soportar los problemas y quejas que reciban, hasta que el día termina y regresan a sus hogares a descansar, sabiendo de antemano que los días siguientes no serán muy diferentes al día actual. ¿Qué diremos de aquellos estudiantes que, a menudo, se desvelan para entregar tareas, pasar un examen o terminar una tesis? ¿Y de aquellos que, como los soldados y los policías, arriesgan sus vidas para mantener la paz y el orden público? ¿No es verdad que en esas situaciones, como en muchas otras, el sentimiento que acompaña a la acción no es agradable ni placentero? Y, a pesar de ello, y aunque la tarea resulte compleja, los responsables de ello no reparan en llevarlas a cabo.

Con estos ejemplos, se nos muestra que es posible persistir y responder debidamente a nuestras obligaciones y compromisos, sin ninguna clase de sentimientos positivos, motivación y/o sensación de bienestar como antesala. Luego, volviendo al tema del amor, si dijimos que existen matrimonios que, sin la presencia del sentimiento bello, intenso y pasajero que caracteriza al amor, fueron capaces de mantenerse fieles, respetarse y quererse, y, además, decir que con ello se han amado, es más evidente que el amor no es un sentimiento y, aunado a ello, no necesita de un sentimiento, como el que se ha descrito, para concretarse. Por lo anterior, se está descubriendo, poco a poco, que el amor está más vinculado a un acto de decisión que con el mero sentimiento bello, intenso y pasajero. Ahora bien, si el amor está más relacionado a un acto de decisión, se presenta ante nosotros la siguiente pregunta: ¿Qué es aquello que decidimos cuando decimos que amamos al amante? Sin embargo, es menester que nos apoyemos ahora de la definición de una autoridad, para poder responder a esta pregunta, puesto que, lo que se ha dicho del amor, hasta ahora, se ha derivado de la respuesta que, probablemente, nos darían dos jóvenes enamorados y, según parece, ya hemos extraído todo lo que se puede decir del amor de dicha respuesta: el amor parece más una decisión que un sentimiento pasajero, intenso y bello; el amor, de alguna forma, tiene capacidad para convertirse en algo duradero; y, por último, algo que no hemos dicho, pero que está implícito, es que el amor supone relación, por lo menos, entre dos personas: el amado y el amante, y presupone, algunas veces, reciprocidad, como el amor entre hombre y mujer que deciden contraer matrimonio.

Continua…

Allan Jasso