El Dios de la Montaña

Hace 52 años, un 13 de octubre de 1972 el Vuelo 571 de Fuerza Uruguaya con cuarenta y cinco (45) pasajeros (incluida la tripulación), incluidos diecinueve (19) integrantes del equipo rugby Old Christians Club, viajaban con destino a Santiago de Chile, pero este viaje no llego a destino final, el avión se estrelló en la Cordillera de los Andes; como consecuencia del accidente murieron doce (12) personas, luego el 29 de octubre de 1972 ha causa de una avalancha mueren ocho (8) personas y con el pasar de los días hasta el 22 de diciembre de 1972 (día de su rescate), a causa de sus heridas fallecen Numa Turcatti, Rafael Echavarren, Arturo Noriega y Susana Parrado; solo sobrevivieron a esta tragedia dieciséis (16) personas, de las cuales en su mayoría pertenecieron al Old Christians.

Podemos pensar que como consecuencia de la tragedia de los Andes, las dieciséis (16) personas que sobrevivieron lo lograron porque eran jóvenes y deportistas, debido a que tenían toda la vitalidad y la fuerza para vencer las condiciones adversas de la montaña; pero a lo largo de estos 52 años en los cuales se han escritos libros por los sobrevivientes y terceros, documentales y películas, no podemos dejar a un lado en la fórmula para sobrevivir en los Andes, a una persona, a la persona, a Dios que indudablemente, en su infinita misericordia no olvido ni los que se quedaron en la montaña y ni los que sobrevivieron.

Dios estuvo en la montaña, así se puede oír y sentir en el testimonio que regaló Roberto Canessa, uno de los sobrevivientes de la tragedia de los Andes, el 4 de febrero de 2018 en Pascua Joven Morón, un retiro espiritual para jóvenes que se realiza en Argentina. En este testimonio, Roberto Canessa dijo estas palabras que en mi consideración nos pueden ayudar a reflexionar en cualquier tiempo litúrgico en el que nos encontremos:

“Dios se transforma en una persona diferente, (…), Hay dos Dioses diferentes, hay un Dios que me enseñaron el colegio, El que me dice que no puedo mentir no puedo robar todo era no, y yo miraba al cielo decía: por favor, Dios, ayúdame, yo quiero de salir de acá, el Dios de los momentos desperados, el Dios del Si, lo aprendí en la Cordillera de los Andes”

Dios necesitaba encontrarse con Roberto Canessa, necesitaba cambiar aquella imagen que tenía este hijo suyo, de un Dios que solo le decía lo que tenía hacer y lo que le estaba prohibido; pero Dios no conforme con ello, quería mostrar su verdadero rostro, el de un Dios de Amoroso y Misericordioso.

El encuentro entre Dios y Roberto se dio en la Montaña, en uno de los peores momentos de Roberto, quien clamando con angustia, como el pueblo de Israel al cruzar el Mar Rojo huyendo del Faraón, como se menciona en el versículo 7 del Salmo 18 : “En mi angustia grité a Yahvé, pedí socorro a mi Dios; desde su templo escuchó mi voz, resonó mi socorro en sus oídos”, conoció a un Dios que lo consolaba, lo amaba, que no se quedó sordo ante sus lamentos.

Físicamente no nos hemos encontrado perdidos en la Cordillera de los Andes, pero aquellas montañas de la tragedia pueden asemejarse a esos momentos difíciles en los que no encontramos salida, pero que, clamando a Dios, Él no es indiferente, al contrario, El muestra su verdadero rostro con su misericordia, que es cercana y no lejana como pensamos.

Con estas palabras de Roberto, que me han resonado, debo dejar la pregunta, hoy ¿qué imagen tienes de Dios?, porque de esa imagen depende tu relación con El, ya que, si tienes una imagen similar a la que Roberto antes del accedente, pues demos la oportunidad de ver su verdadero rostro, dejándonos amar y consolar, como el mejor y buen samaritano que es nuestro Dios.

“El hombre en esas circunstancias más adversas, desde el punto de vista material, empieza a crecer increíble desde el punto de vista espiritual, (…), a veces me pregunto, ¿no será que esta abundancia de cosas materiales nos anestesia los sentimientos?”

En Mateo 16,28 se encuentra una de las tantas preguntas que Jesús hace a sus discípulos: “Pues, ¿de qué le serviría al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?”, esta pregunta, no parece lejana con las palabras de Roberto, es la sociedad en la que nos encontramos hoy, nos queremos comer el mundo, mientras por cada ganancia nos perdemos a nosotros mismos, convirtiéndonos en seres ajenos y apáticos a las realidades de nuestro prójimo, y es que hoy en día la tragedia de los Andes es notablemente conocida a nivel mundial por la película de la “Sociedad de la Nieve” de Juan Antonio Bayona, lanzada en la plataforma Netflix el 4 de enero de 2024, pero debo decir que no debemos quedarnos en la hecho heroico de sobrevivir setenta y dos días en la Cordilla de los Andes, lo trascendental de esta historia, fue la fraternidad, la amistad y el valor de vida que caracterizaron a la sociedad de la nieve, fueron cálidos entre ellos, pero hoy desafortunadamente somos fríos como la montaña, insensibles ante la realidad de nuestro prójimo, ya que vemos sufrimiento y damos un rodeo y continuamos con nuestras vidas, como lo hicieron el sacerdote y el levita. Hoy escasean los buenos samaritanos, pero es hora de ser la respuesta, siendo verdaderos discípulos y buenos samaritanos, siguiendo a Jesús así: “(…) Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16, 24).

“Rezábamos el rosario, a esa misma hora, nos daba una sensación de Dios poderosa”

La fuerza de los sobrevivientes no solo vino de su experiencia como deportistas, como se dijo al inicio, sino de su oración constante, no dejaron de orar y contaron con una gran intercesora, la Virgen Maria; Ella como madre, no dejó a sus hijos desamparados. No dudo que cada rosario que se oró en la montaña, la Virgen Maria, lo ponía a los pies de su hijo Jesucristo.

Esta experiencia del Santo Rosario nos afirma, que es una herramienta valiosa en nuestra vida espiritual, la cual nos permite rendir veneración a la Santísima Virgen Maria y cumplir aquellas palabras proclamadas por nuestra Madre en el Magníficat: “Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lucas 2, 48), con esta oración, se contempla la vida de Jesucristo a través de los misterios gozosos, dolorosos, gloriosos y luminosos y como le dice el Papa Francisco: “El Rosario es la oración que acompaña siempre la vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de mi corazón”.

El Santo Rosario tiene su origen con el AveMaría, que se encuentra en los capítulos 1 y 2 del Evangelio de San Lucas y como oración, se origina desde el orden de San Benito y los Dominicos. Como oración, el Magisterio de la Iglesia Católica la recomienda por la meditación que nos ofrece del Evangelio y el Papa León XIII en su encíclica “Supremi Apostolatus Officio”, la califica con un arma espiritual efectiva contra los males que nos afligen, así que mejor testimonio del valor del Santo Rosario, que dieciséis (16) personas viviendo en condiciones infrahumanas como lo fueron las montañas de la Cordillera de los Andes, sobrevivieron después de setenta y dos días, este es un llamado, para que comprender que la Virgen Maria nos espera en el Santo Rosario en nuestros momentos buenos y malos, no dejemos de orarle.

“Mientras hay vida hay esperanza”

Este fue el lema de los sobrevivientes y de los que no volvieron de la montaña, y es que la vida es el motor de todo, lo que nos mueve y nos da esperanza. Pero nosotros como Iglesia Católica encontramos un sentido profundo a la vida en Jesús, porque es “El pan de vida” (Juan 6, 35), en el somos saciados y en su resurrección se nos ha dado la vida eterna.

Todos los que vivieron la tragedia de los Andes tenían y tuvieron una meta en común, volver a sus casas, reencontrarse con sus familias, novias y amigos, mantenerse con vida y hacer todo lo posible por estar vivos, esa fue su motivación, pero no pretendo en este articulo discutir la ingesta de carne humana, solo quiero resaltar la valentía de estos héroes que lucharon ante las circunstancias mas adversas y que entendieron su valor tan grande. El valor de la vida hoy, depende de muchas concepciones que no responden al sentido de la vida que vivimos en Jesucristo y que lo que hace es que le demos el valor a la vida que nos parezca.

La tragedia de los Andes nos hace replantear, que todas esas concepciones que apoyan el aborto y la eutanasia nos distorsionan de la defensa de la vida con un Don que Dios nos ha regalado, que sea hoy ese Dador de la vida, El que nos de esa valentía para continuarla defendiendo desde nuestro llamado, porque vivimos una vida en abundancia: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” Juan 10,10.

“Aprendí a mirar al sol y al cielo y dar gracias por estar vivo, un amigo me va a ayudar, un Dios que conocí en los Andes, que poco que pensamos en él, porque vivimos anestesiados, se tiene que caer un avión para que te des cuenta”

Una de las ultimas palabras del testimonio de Roberto Canessa fueron estas, Roberto después de vivir la tragedia de los Andes gano un gran amigo, a Dios, que él lo llamó como el Dios la montaña.

Este Dios de la montaña, le mostró a Roberto su amor en esas montañas inclementes, en el lugar mas hostil, y que a pesar de todo esto, Roberto experimento en su corazón el agradecimiento hacia Él, y desde ese entonces lo tuvo presente.

Dios seguramente, dejó una huella imborrable en la vida de Roberto Canessa y en los otros quince sobrevivientes haciéndose presente en sus vida y es que los momentos de quiebre nos hacen experimentar de una forma más cercana la presencia de Dios en nuestra vidas, así como los leprosos, la hemorroisa, Bartimeo el Ciego de nacimiento, el paralitico y otros personajes que aparecen en los pasajes de los Evangelios, quienes en su momento mas difícil, se encuentran con Jesús y sus vidas no vuelven a hacer las mismas, porque Dios se hace presente.

Que Dios se haga presente, no significa solo un recordatorio que Dios existe, lo que representa que Dios se haga presente, tiene una profundidad, ya que, a partir de ese punto de inflexión, ya no vivo para mi complacencia, sino que mi vida tiene una meta más elevada, que es dedicarme con mis actos a amar al Dios y si llegar a la santidad y vivir desde momento como lo dice el apóstol San Pablo en su Carta a los Gálatas: “Yo ya no vivo, pero Cristo vive en mi” (Gálatas 2, 20).

Para concluir, debo decir que el testimonio que Roberto Canessa dado hace seis años, nos debe recordar que por nuestras fuerzas no salimos adelante, que esa fuerza proviene del Dios de la Montaña que nos lo da todo, es ese Dios enamorado que no se hace sordo a nuestras suplicas y a nuestras lágrimas. Hoy y en el momento que lean este artículo, los invito a que miremos con ojos distintos la tragedia de los Andes y a que en nuestros momentos difíciles nos encontramos con el Dios de la montaña, que nos hace ver y vivir los momentos difíciles, desde la Fe, el Amor y la Oración.

Oriana Rojas Trujillo

 

Fuentes