El Discípulo Amado

San Juan Evangelista, es uno de los apóstoles conocidos dentro del grupo de los doce apóstoles. Como datos de su vida, el apóstol nació en Galilea, fue hijo de Zebedeo y de Maria la de Salomé además de hermano del apóstol Santiago el Mayor; antes de conocer a Jesús fue pescador y discípulo de San Juan el Bautista. Por su oficio como pescador junto con su hermano Santiago el Mayor, Simón y Andres a la orilla del mar de Galilea fueron llamados por Jesús como sus apóstoles, quien los llamó con estas palabras: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mc 1, 17-18).

Como apóstol, San Juan fue el más joven de los doce apóstoles y perteneció también al grupo de los apóstoles más cercanos, siendo testigo grandes milagros realizados por el Señor y junto con su hermano Santiago por tener un temperamento fuerte, Jesús los llamó los “Hijos del Trueno” (Mc 3. 16-17), debido a que Juan y Santiago al ver que los samaritanos no recibieron al Señor, le pidieron a Él que les mandara fuego a los samaritanos para consumirlos, a lo que Jesús contestó reprendiéndolos (Lc 9,54).

Pese al temperamento de San Juan, el cual seguramente fue puesto para la gloria de Dios y de la Iglesia, quiero detenerme en la forma como se lo conoce a San Juan y podemos verlo en su Evangelio como el “Discípulo Amado” y quiero detenerme en esto, porque una vez meditando el pasaje del Evangelio en donde se encuentra la Virgen Maria, la Mujer de Cleofás, Maria Magdalena y San Juan junto a Jesús clavado en la cruz; me detuve a pensar que San Juan no es el “Discípulo Amado” porque haya sido el favorito, considero que esta razón hace que nos quedemos cortos, sino que San Juan es el “Discípulo Amado” , porque en cada instancia que vivió con Jesús encontró su identidad como Hijo Amado de Dios.

Si San Juan, se reconoció Hijo Amado en cada momento como podemos verlo cuando junto con Santiago el Mayor le piden al Señor: “Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria” (Mc 10,37), sin embargo, al no poder el Señor concederles esta petición, les pregunta si pueden beber de la copa que Él beberá, a lo que los Hijos de Zebedeo, respondieron con un Si y Jesús confirmó que así se realizaría (Mc 10, 38-39), mediante este pasaje, podemos contemplar el gran celo que sentían estos hombres santos por Cristo, ya que estaban seguros de entregar su vida por Él y este impulso del corazón solo se da cuando Amamos y nos dejamos Amar por Dios.

Sumado a este pasaje del Evangelio, podemos ver como San Juan se identifica con el Amor de Cristo en la la última cena, y aquí lo vemos queriendo consolar al mismo Dios, recostándose en su pecho (Jn 13,25), esta imagen nos permite ver una actitud de apertura por parte de San Juan al entregarse al Amor con el mismo Dios Humanado.

Luego de la resurrección del Señor, San Juan a la orilla del mar de Galilea mientras Pedro se encontraba pescando reconoce al Señor y le dice: “Es el Señor” (Jn 21,6-8), y es que el hecho de reconocer al Señor nos da una clara muestra que San Juan atesoraba cada momento vivido con Jesús y fue tanto su Amor, que lo logró reconocer.

Viendo la vida de San Juan a luz del Evangelio, podemos considerar con claridad que San Juan es el “Discípulo Amado” porque se reconoció como Hijo Amado mediante su relación cercana con Jesús y que este título, pudo haber sido de cualquiera de los apóstoles y hasta del mismo Judas Iscariote, quienes tuvieron la oportunidad de ser el “Discípulo Amado”, ello debido a que, Jesús siempre estuvo y está dispuesto a Amarlos a todos y recibirlos a cada uno de ellos, pero San Juan llevado por ese Amor que pudo experimentar desde su llamado y hasta el final de sus días en Éfeso, no pudo resistirse y siempre estuvo dispuesto a acercarse más y más, hasta llegar a la Cruz y recibir a la Madre mas hermosa, la Virgen Maria.

Como conclusión que hoy me deja San Juan Evangelista, los quiero y me quiero dejar la tarea de considerarnos como el “Discípulo Amado”, acerquémonos a Jesús más y más, en donde no nos conformemos con Amarlo desde los lejos o desde nuestros miedos, sino que salgamos a su encuentro con valentía dejándonos consumir por su Amor, descansando en su pecho, para que al final de nuestras vidas lo reconozcamos y le digamos “Es el Señor”.

Fuentes

Citas Bíblicas tomadas de https://www.sobicain.org/biblewebapp/?bid=1