La Espera

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Hace años compré dos copias de un mismo libro; La espera de Eva Sánchez. Adquirí uno para mí y otro para alguien más. En ése momento sabía que jamás nos volveríamos a ver.

Regalárselo fue un detalle que me pareció precioso, así cuando miráramos el libro nos acordaríamos uno del otro. Compré este cuento corto ilustrado que habla sobre una espera eterna, al leerlo la primera lo interpreté según el momento que pasaba con esta persona »Espera eterna para cuando nos volvamos a ver» pero, estas últimas semanas -llenas de reflexión, vulnerabilidad y emociones- me topé con esta lectura rápida una vez más, confieso que tuvo un sentido totalmente diferente.

Quien nos cuenta la historia no tiene nombre, solo expresa que había decido esperar eternamente ¿Se resignó? ¿incrementó su fe? ¿a quién está esperando?

En pequeños párrafos leemos cómo su mente se encuentra agobiada por la incertidumbre; a veces cree comprender la situación, en otras el miedo le gana, a modo concluso hay todo un malabar en su cabeza.

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Vive todo el tiempo en su pensamiento que esto provoca que pierda su esencia, entendemos que nuestro protagonista dejó de lado aquello que lo hacía feliz o el simple hecho de ser él mismo por estar enfocado en esperar lo que -tal vez- no regresará.

Estas últimas semanas, me atrevo a afirmar, hemos vivido así; esperando eternamente.

A salir con tranquilidad.

Volver a ver a quienes amamos.

Bailar una vez más.

Encontrar un buen trabajo.

No sentir angustia constante.

Tener la vida de antes…

Y así estamos, en una espera eterna para volver a lo que era nuestra normalidad, pero no sólo se nos arrebató de las manos lo que hacíamos, sino que en este cambio tan fuerte estamos perdiendo el quiénes somos.


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»Como siempre soy la que baila y ya no puedo salir a bailar ¿quién soy ahora?»

»Yo vendía todo, pero la gente ya no sale a comprar ¿quién soy ahora?»

»Me encontraba rodeado de gente, era el centro. Ahora estoy totalmente aislado ¿quién soy ahora?»

Podría decir que una gran parte de nuestra vida la enfocamos y desgastamos en construir una reputación, una imagen. Pero cuando algo nos desequilibra, algo que nos supera y nos lo quita; creemos que perdimos todo.

Albert Einsten decía; preocúpate mas por tu conciencia que por tu reputación. La conciencia es lo que eres; la reputación lo que los demás piensan que eres.

No eres las noches de fiesta, tus deudas, tu situación sentimental, tampoco te define aquella vez que perdiste tu empleo o las noches que lloraste.Estas cosas son parte de nuestra vida, pero sería inútil esperar enteramente a que todo se normalice. Basar nuestra identidad en lo finito nos va a destrozar sea por culpa de una pandemia o no. Nuestra profunda sed debe ser llenada solo con lo infinito, lo sólido, seguro, que siempre estará ahí.

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