Dios está presente en el proceso de cada uno.

Mi historia de cómo llegué a la Jornada Mundial de la Juventud, cómo lo considero como evento culmen, pero al mismo tiempo el inicio de un nuevo capítulo.

Parte 2

“Amor”

Eran inicios de octubre de 2020. Me fui a ese retiro y recuerdo que nos recibieron como al Hijo Pródigo lo recibió el Padre, hasta nos dieron un anillo para simbolizar el retorno a casa (anillo que conservo y los de HC vieron que traía puesto). Desde ahí supe que Dios tenía algo que decirme. El corazón ardió aquel fin de semana, pero sobre todo el día central. Todo ese día nos hablaron del amor de Dios, de cómo Dios ama sin condiciones, cómo nos va guiando en nuestra vida, pero sobre todo que somos hijos muy muy amados por Dios. Amados sin condiciones, sin nada.

Hubo dos citas bíblicas que me marcaron para siempre. La primera de Juan 15, 12-15. En un principio: “Mi mandamiento es éste: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos” (Juan 15, 12-13). Esta primera parte en su momento avivó mi corazón y sentía como ardía. Ciertamente yo estaba cumpliendo en la medida de lo posible este mandato del Señor. Con el pasar de los años la segunda parte que nos habla sobre que nos elige a nosotros y nos considera sus amigos porque Él nos ha revelado todo lo que su Padre le ha dicho (Juan 15, 14-15), entendí que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos, y que dicha tan grande e inmerecida es que Dios me haya llamado. La segunda de la primera carta de Juan 4, 8 (1 Juan 4, 8): “Quien no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”. Era un llamado literal de Dios diciéndome: “Ama, ama con todas tus fuerzas, sigue haciendo las cosas con ese amor que te caracteriza”. Ambas citas han configurado mi forma de ver la vida desde entonces.

En el momento en el que el Señor se presenta en toda su Majestad, recuerdo que le volví a entregar muchas cosas a Él y le volví a preguntar “después de todos estos años, a pesar de mis caídas y de que sigo sintiendo esta atracción que a veces me aqueja, ¿qué es lo que quieres de mí?” En ese momento, siento como si Dios mismo tocara mi corazón, lo sacara con mucho cuidado y lo trasplantara por uno nuevo. Y al momento de volver a su lugar, cosa que hasta hoy no he comprendido del todo, siento como brota agua (sin mojar la ropa que tenía puesta), sané, y desde ahí entendí algo. No importa tu situación de vida, o qué hagas o no hagas, Dios te llama tal y como eres a servirle, y en el camino Él te va a ir moldeando. Desde entonces comprendí que mi vocación era el amor, y recordé aquella vez que en alguna homilía se nos decía sobre los laicos comprometidos y como sentía la mirada de la imagen de la Santísima Trinidad volteandome a ver fijamente, quizás era eso a lo que estoy llamado. Y lo tomé. Desde entonces no volví a ser igual, y de alguna manera ha existido ese equilibrio en todas las esferas de mi vida. Y no solo eso, en esta experiencia también Carlo Acutis se hizo presente. En algún tema de ese retiro mencionaron muchas cosas sobre él y las cuales me sentí profundamente identificado y guiado. Muchos jóvenes desde entonces consideramos a Carlo como nuestro close friend del cielo.

Al día siguiente de esa experiencia hermosa, las tribulaciones se presentan, en forma de contradicciones y peleas, pero yo era uno de los pocos que estaba en éxtasis. Y recuerdo perfectamente cómo desglosé lo que escribí en las palabras anteriores y compartiendo que las personas con atracción hacia ambos o el mismo sexo son llamadas por Dios por algo, y que era una de ellas, algo que los que estuvieron allí lo tomaron como un rayo de esperanza y de luz, porque no cualquiera.

A partir de entonces, fortalecido en el amor y en el servicio he continuado en mi Parroquia. No obstante, en el ámbito personal también uno ha tenido que lidiar con el rechazo, los amores no correspondidos, el dejar de lado amistades porque ya no te suman o simplemente porque ya no perteneces ahí, momentos en los que sientes cómo la ansiedad te carcome, y otras situaciones que como jóvenes podemos experimentar. Pero aunado a eso, con la compañía de Dios puedes sobrellevar eso y muchas otras cosas. Y así lo he hecho desde entonces.

Poco más de un año después me invitan a ser secretario del Consejo de Pastoral Parroquial, y Dios vuelve a meter su cuchara aquí porque por algo ahí me necesitaba. En varias diócesis de México se tiene este organismo, que es un espacio en el cuál algunos miembros de la comunidad Parroquial se organizan junto con los sacerdotes para realizar eventos en favor de la comunidad y transmitir el mensaje de Dios de los demás, así como un espacio en el que podemos pedir guía para la toma de decisiones. Mi servicio consiste en ser el interlocutor entre los coordinadores o servidores entre ellos mismos o con los sacerdotes. Durante este tiempo fue mucho trabajo pastoral, al grado que mientras me acostumbraba, me agotaba, pero siempre con esa motivación de que Dios me tenía aquí por algo, y era para el beneficio de mi comunidad. No obstante, se presenta la oportunidad de realizar Ejercicios Espirituales con la Compañía de Jesús en Diciembre de 2021, a los cuales fui. Esta experiencia en silencio solidifica más lo que había aprendido en tiempos pasados, sanó heridas que estaban presentes de alguna u otra forma, y sobre todo afianzar aún más mi vocación como laico comprometido y ver que Dios siempre ha estado presente en mi toma de decisiones, además de darme cuenta que mi espiritualidad es ignaciana.

2022 fue un año de muchos cambios, aunque hacer las cosas con amor seguiría como motor de vida, pasaron cosas. Primeramente, la fe es mermada por la mundanidad, a raíz de que volvíamos a la normalidad parecida a antes del Covid, dígase que las fiestas, las malas compañías y las tentaciones lujuriosas. Era en ese tiempo (y a veces hay) tanto trabajo pastoral que muchas veces terminaba agotado, como todos humanos que somos, pero como siempre decía, “es por Dios y la comunidad, no por mi” y continuaba adelante (aunque ahora ya digo cuándo se puede y cuándo no). También había inquietudes vocacionales. El Centro de Catecismo que me vio crecer tanto como alumno y catequista cerró, y me cambié a mi colonia donde Dios me daría la oportunidad (y que actualmente sigo haciendo) preparar a los niños para recibir la Eucaristía por primera vez. Yo siempre he sido fiel creyente de que no puedes ir por la vida con una máscara puesta o fingiendo algo que no eres, lo cual lo he comentado mucho en guía espiritual, y a veces me preocupa no seguir esa creencia por mis acciones o actitudes. Tristemente en el pueblo tenemos esa cultura del “qué dirán” y preferimos mostrar máscaras en vez de como somos. Fue un choque de realidad, fue una oportunidad de formación también, ¿cómo ser auténtico?, ¿ahora cómo continúo este camino?… pero Dios, como siempre lo ha hecho, tenía una bendición muy guardada para mí. Una bendición que me haría viajar al otro lado del Atlántico al lado de unos desconocidos y un poco conocidos, que al final se convertirían en un tesoro y un regalo tan hermoso, y que responderían a estas inquietudes. Una Jornada Mundial de la Juventud. Continuará…

“Autenticidad”

Honestamente, y viéndolo en retrospectiva, el camino a la Jornada empezó a inicios de 2019. Si bien todo lo que me ha pasado todo este tiempo ha sido parte de mi proceso, el cómo Dios acomodó todo para poder ir a Lisboa este año empieza desde el 16 de enero de 2019. Ese día tuve la fortuna de estar en el Vaticano, en el marco de un viaje que teníamos mis hermanas y yo por Europa. Al amanecer, me levantaron con una sorpresa, ¡iba a ver al Papa Francisco en su audiencia general! Y ese día era su última audiencia previa a la JMJ que se realizaría en Panamá. El mensaje de esa audiencia fue el hijo pródigo, “que siempre debíamos de tener la confianza que podemos volver al Padre en cualquier momento, independientemente nuestra situación.” Sin duda ese fue un mensaje que me marcó y que llevo conmigo desde entonces, no para abusar de la misericordia de Él, sino como enseñanza de vida que nunca estamos solos. Además, ese día me tocó verlo muy cerca, entonces fue como una mini JMJ para mi ese momento.

Cuando anunciaron que la JMJ sería en Lisboa, muchos de mi pueblo (incluidos mis amigos de aquel entonces) nos hicimos el propósito de ir, de ahorrar. A ellos se les olvidó, seguramente. Pero a mí, había dentro una espinita que me decía, ahí vas a estar, primeramente Dios. Les decía a mis compañeros de servicio y a los de Hagamos Comunidad en su momento, que son bendiciones que Dios te regala porque las necesitas, y con mayor razón con lo expresado en la última sección ahora entiendo el por qué. Un 13 de octubre de 2022, y ojo con esta fecha, yo estaba tramitando mi pasaporte como uno de mis primeros trámites yo solito, sin compañía de mamá y papá. Todo salió bien, y regresé a mi casa en la ciudad. Empecé a prepararme de comer y mientras comía me puse en modo “señora chismosa” a checar el Instagram, y de repente me sale un post de Clara Cuevas (saludos si estás leyendo esto, ser de luz) en el que mencionaba sobre que era el último día para apartar tu lugar para viajar a la Jornada Mundial de la Juventud. En ese momento siento como el corazón arde, una sensación que no había sentido nunca y en ese momento me dije “es Dios quien me está llamando a vivir esta experiencia.” Ya me contacté con Ramón, con Clara para ver todos los pormenores, y cuando van dando el precio del apartado, era lo que justamente tenía en mi alcancía. Lo comenté con mi mamá y me preguntó “¿Estás seguro y dispuesto?”, y yo le dije que “sí”. A la hora ya tenía apartado mi lugar y empieza la aventura, con la providencia de Dios.

Pero ¿recuerdan la fecha que les dije que mantuvieran? Ese día era el aniversario de la última aparición de la Virgen María en Fátima. ¿Fátima dónde queda? ¡EN PORTUGAL! Más claro no podía estar. Tanto Dios como la Virgen María me llamaban a participar de este evento, me convocaban a su presencia en ese bello país. Pero hubo un beato y una santa que también hicieron su trabajo tras bambalinas, que conforme vaya contando la historia sabrán a quiénes me refiero.

Aunque sí hubo una que otra llamada por Zoom con todos los que íbamos a ir, mi preparación fue ofrecer todo el servicio que hacía en mi parroquia durante ese año. Pero durante ese periodo también hubo un cambio fuerte, dejar mi grupo de jóvenes. A resumidas cuentas, tuve que salirme porque sentía que mi etapa ahí ya había acabado, ya había dado todo, y al mismo tiempo lo hacía priorizando mi salud mental por situaciones que acontecieron fuera del grupo pero que aún así se sentía incómodo el ambiente, quedamos en buenos términos. Entonces, no soltando los demás servicios a los cuáles Dios me tiene ahí ofrecí todo por el viaje y como preparación, puesto que sabía que algo tenía preparado Dios allá. Poco a poco se acercaba el gran día de despegue, y poco a poco les dije a mis allegados que me iba a ir a la JMJ. El apoyo de la comunidad era muy grande, la alegría con la que me veían al enterarse de esa noticia no tiene palabras. Y así poco a poco fui alistando todo para partir, con la conciencia de que todo lo que iba a vivir en este viaje lo iba a traer de vuelta no solo para mí, sino también para mis amigos, mis compañeros de servicio, mi familia, la comunidad parroquial.

En este viaje siempre estuvo Dios presente, cuidándonos a todos. Despegue desde la ciudad, pero en eso que me voy dando cuenta que no cargo con mi tarjeta del banco. Por un momento me invadió la angustia, pero dije “Dios proveerá, tú no te apures por lo material, enfócate por todo lo que Dios te va a regalar”, lo mismo le dije a mi mamá, que no se preocupara, que no se flagelara por eso. Y así fue. Ya llegando a la Ciudad de México y resulta ser que dos del viaje venían en el mismo vuelo (saludos a Andrea y su prima, las quiero mucho), por lo que nos paseamos por la terminal mientras todos se congregaban. Fue un largo primer día de viaje. Sin duda recuerdo que después de llegar a Madrid solo eran risas y alegría en el aeropuerto, había muchos jóvenes que iban a Lisboa. Y sobre todo cuando el vuelo que nos llevó de Madrid a Lisboa las azafatas cuando hicieron mención de que ya habíamos llegado a Lisboa, era una algarabía y emoción, porque en ese vuelo íbamos puros latinoamericanos (Puerto Rico, Centroamérica…). Los que estaban de vuelo cotidiano se sorprendieron al ver todo eso, y yo creo que muchos locales y no locales también vieron todo lo que aconteció en la Jornada, una sorpresa, una esperanza para el mundo. Ya de ahí nos fuimos en aventura, en el metro y tren suburbano (muy chido, por cierto) hasta la Parroquia de Oeiras, un suburbio en Lisboa, que es donde nos tocó hospedarnos. En la Jornada Mundial de la Juventud te hospedas ya sea en un lugar comunitario, escuela entre otros lugares adecuados o en casa de acogida (como normalmente se hace en los ENJES en México). Al grupito de nosotros nos tocó en una escuela muy bonita con gente muy bonita. Coincidentemente, jóvenes de muchos países de habla española estábamos ahí. Y ya acaecida la noche, nos juntamos todos en la plaza de la Parroquia para convivir un momento, donde no podía faltar “El Payaso del Rodeo”, para después partir a dormir y comenzar la aventura.

Continuará…

Omar Hermosillo