En mis palabras está ÉL.

Alrededor del mundo los creyentes utilizamos ciertas frases donde aparece Dios en las conversaciones cotidianas; así que es muy común estar hablando con un amigo, compañero de trabajo o vecino, y escuchar frases como: “Con la ayuda de Dios”, “si Dios quiere”, “si Dios lo permite”, “primero Dios” y “gracias a Dios”; en mi país, Colombia, la más usada sin duda es “Dios le pague”.

Estas costumbres tienen un trasfondo hermoso y es reconocer la acción de Dios en la propia vida, en lo sencillo, lo importante, lo cotidiano y también en lo extraordinario.

Sé que estas frases entre cristianos nos identifican, pero también sé que entre no creyentes a veces molesta y pueden incomodar.

En el ministerio del Blog de Hagamos Comunidad, hace un tiempo surgió este tema y quisimos traerlo en un artículo que pueda iluminar nuestro caminar, entre acciones y pensamientos, porque ¿para qué reflexionar en privado si podemos compartir las ideas aquí?

Pues bien, aquí va una reflexión sobre algunas de estas frases y su importancia en nuestro vocabulario. Pero, antes de iniciar es importante mencionar que con estas frases no debemos caer en excesos o abusos, muletillas sin sentido, o en "mantras" supersticiosos.

Para iniciar me remito a las Sagradas Escrituras, ya que allí encontramos varias citas, las cuales nos invitan a apegarnos a la voluntad de Dios, más que a nuestros propios deseos; la primera es esta invitación en la epístola de Santiago:

Más bien, deberían decir: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello.» Sin embargo, a ustedes les gusta hablar con orgullo, como si fueran dueños del futuro, y eso es muy malo. Santiago 4, 15-16.

Los seres humanos, desde siempre, hemos tenido la tendencia de querer hacer un mundo a nuestro modo, a nuestra voluntad, “como si fuéramos dueños del futuro”.

Hay palabras y acciones que denotan quizás la necesidad de control sobre lo que nos rodea, por ejemplo, cuando decimos “voy a ejecutar este proyecto, a viajar, a comprar un bien material, o cambiar de empleo; y todo tiene que salir perfecto”. No quiero decir aquí, que cumplir sueños y metas este mal, porque no es así, lo que hay que revisar siempre al tener estos proyectos o metas, es la intención del corazón, ya que estas acciones pueden ir acompañadas de orgullo, vanidad, necedad, prepotencia y autosuficiencia.

Por ello en Proverbios 16, 1; se nos recuerda lo siguiente: “El hombre tiene proyectos, Yahvé la última palabra” y se reafirma más adelante en el capítulo 19, 21. “El hombre hace muchos proyectos, pero solo se cumple el plan de Yahvé”.

Debemos recordar con humildad, que por más control que queramos ejercer en nuestra vida para que todo salga perfecto hay situaciones que nos sobrepasan y que no podemos controlar; siempre será más seguro para nosotros recordar que no estamos solos, que podemos confiar en un Padre Amoroso que siempre quiere lo mejor para nosotros y dejar en sus manos nuestras metas y proyectos, como bien lo expresa el libro de proverbios en el capítulo 16,3: “Encomienda tus obras a Yahvé y tus planes se realizarán”.

Y entonces ¿qué significa decir “si Dios quiere”? Significa la acción concreta de reconocer que la historia del mundo no está sometida a mis deseos personales, a un destino ciego, al azar, ni a un indeterminismo absoluto.

Quien así lo cree, consciente o inconscientemente está afirmando que la historia del mundo está sometida únicamente a las decisiones humanas, pudiendo así caer en autosuficiencia, soberbia y orgullo; este pensamiento es una venda para nuestros ojos, convirtiéndose en un obstáculo que no permite avanzar adecuadamente. Esto no lo digo yo, la Palabra de Dios también nos ilumina en este aspecto:

“La soberbia precede a la ruina, y el orgullo a la caída”. Proverbios 16, 18.

“Al necio no le gusta la prudencia, sino manifestar su opinión”. Proverbios 18, 2.

“La boca del necio es su ruina, los labios, una trampa para su vida”. Proverbios 18, 7.

Por otro lado la frase “Gracias a Dios”, también tiene una connotación similar, en cuanto al reconocimiento de que todo cuanto tenemos es obra de Dios, empezando por la vida misma, de ahí en adelante todo es Gracia, como lo he escuchado en múltiples homilías del Papa Francisco, es decir, todo es un don gratuito e inmerecido, por ello, si tenemos un techo que nos protege, damos gracias, si tenemos una cama donde descansar, damos gracias, si tenemos alimentos, damos gracias, pero también si estamos atravesando una dificultad, debemos dar gracias, porque en ella también adquirimos experiencia y aprendizaje que nos ayudará en situaciones futuras, además San Pablo en la carta a los Romanos 8,28 nos recuerda: “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman”, así estemos pasando por una o varias dificultades, la Fe nos invita a esperar en Dios, quien obra siempre tomando cualquier situación y transformándola, así que ¡Gracias a Dios! también por obrar a nuestro favor.

Y, por último, pero no menos importante la expresión “Dios le pague”, en ocasiones esta expresión se dice solo por tradición en Colombia, pero es un término que me ha hecho reflexionar en su sentido profundo y pude sacar la siguiente conclusión:

Esta frase, quizás sea una forma que tenemos de decirle a la otra persona que el favor recibido ha sido tan grande, que por nuestros propios medios no es posible pagarlo, y por ello encomendamos a Dios que esa acción o acto de generosidad con nosotros no se quede sin recompensa ante Él.

Además, se relaciona con el sentimiento de gratitud, es decir, se reemplaza la palabra “gracias” por un Dios le pague. En este caso, el sentimiento de la profunda gratitud del cristiano debe estar siempre enfocada en desear el mejor bien para el otro, y qué mayor bien que desearle al otro que Dios le pague con grandes bendiciones.

Pues bien, el objetivo de este artículo es hacernos un poco más conscientes de la importancia de nombrar a Dios en nuestra cotidianidad y de la responsabilidad que tenemos de no utilizar en vano su Santo nombre, ya que sabemos que en el Antiguo Testamento pronunciar el nombre de Dios tenía sus connotaciones profundas, que quizás puede ser un tema interesante para tratar más adelante en otro artículo.

Por ahora pensemos que, en la actualidad, ya hemos permitido que saquen a Dios de las escuelas, colegios, universidades, entornos laborales, etcétera. Por ello, no permitamos que lo saquen de nuestro vocabulario y mucho menos de nuestro corazón, que cada que Dios integre nuestras palabras en el día a día, sean palabras que tengan raíces en lo más profundo del alma.

¡Abrazo en Cristo!

Por: Estefanía García Duque

Referencias:

P. Fernando pascual L.C https://es.catholic.net/op/articulos/25923/cat/884/si-dios-quiere.html#modal

P. Fernando Pascual https://es.catholic.net/op/articulos/20425/cat/130/usar-bien-el-nombre-de-dios.html#modal

(1998). BIBLIA DE JERUSALEN (1a. ed.). MADRID: DESCLEE DE BROUWER.