La Noche Oscura (Desierto espiritual)

Noche oscura del alma es una metáfora utilizada para describir una fase en la vida espiritual de una persona, marcada por un sentido de soledad y desolación. (San Juan de la Cruz)

 

Muchas veces vivimos esos momentos de desolación espiritual, en los cuáles nos hacen primeramente apartarnos de Dios, que lo dejemos de mirar a Él. Ese desierto muchas veces llega a ser doloroso y cansado, hace que perdamos la esperanza y las ganas de seguir luchando para seguir ese camino al que perdemos dirección de dónde nos lleva.

Dios en todo momento nos acompaña, jamás nos deja en soledad.

Y él mismo nos hace ese llamado: “Por eso yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y hablaré a su corazón” Oseas 2:16

 

Es así como el desierto llega a ser ese momento de encuentro, en el que nuestra vida cobra sentido; a pesar de la soledad y el dolor que lleva, nos da guía para seguir en el camino para así tomar esa decisión que va a cambiar nuestra vida por siempre.

 

El desierto para mí ha sido un proceso en donde el dolor se vuelve amor, la soledad se convierte en compañía y la travesía se convierte en vocación. Dios ha hablado fuertemente, en su silencio de ternura y de amor. Él jamás aparta su mirada, a pesar de todo lo que sintamos y vivamos. Él siempre se mantiene fiel.

 

Su amor es infinito y en ese momento de la noche oscura, nos quiere enamorar de Él, de su presencia, de su ternura. Nos invita a amar al Todo Eterno, al Todo Entregado, al Todo Fiel.

 

En ese momento en que caí más bajo pude comprender por qué y el para qué del proceso. Y pude escribir la siguiente poesía como una oración llena de amor y de significado para mí alma:

 

A solas con Él solo, yo gritaba.

Mi alma cansada y alborotada,

mi corazón auxilio añoraba

que mi amado con un soplo me aliviara.

 

Vivía desolado y sin sentido,

mis ojos ya no veían a su amado,

de rodillas yo caía y lloraba

para que mi amado viera que sufría.

 

Mi amado compasivo fue conmigo,

con su abrazo levantándome del piso,

me decía, Hijo Mío tan querido,

mi amor por ti ya había vencido.

 

El consuelo de mi amado quedó conmigo,

veía su rostro esclarecido,

la noche oscura habría servido

para que cobrara en mi alma sentido.

 

Levanté mis ojos al cielo, agradecido,

diciendo a mi Amado, que se quede conmigo.

Él decía: “Mirad esa Cruz hijo mío,

que mi amor por ti ya fue servido”.

 

Jonathan Sinaí Maldonado Valenzuela