Bernhard Schlink me recordó cómo disfruto dialogar con los libros. Soy de la idea de subrayarlos, escribir, anotar, hacer cada párrafo mío y en esta lectura Olga no fue la excepción.
Me encanta cuando el autor es capaz de narrar con distintas voces, de jugar con los tiempos y las perspectivas. Así como es en la vida real, donde existen muchas versiones de un hecho y cada una complementa lo que le faltaba a la otra. Se crea un dinamismo en la narrativa, en este libro, por ejemplo, se nace junto Olga, se sobrevive dos guerras mundiales con ella, te enamoras de lo imposible y envejeces con la protagonista.
Suena como una recopilación de datos que poseen los que fueron cercanos a ella en vida para armar una biografía de esta mujer alemana; Alguien narra la historia en tercera persona, otro en primera persona y alguien más por medio de cartas que no sabemos si fueron leídas por el objetivo.
Sin embargo, el autor cuenta varias historias a la par, pero la que llama más mi atención es el juego narrativo que hay entre el enamorado, Herbert -quien realiza una expedición en un lugar frío en la tierra- y la misma protagonista años después. Te explico (aunque no lo hayas leído, pero creo que puede motivarte a hacerlo) Olga se dedica a contarle a los cercanos quien es Herbert; valiente, amoroso, curioso y todo lo demás. Mientras él está en la expedición.
Cuando la protagonista se encarga de contar la historia de Herbert, alguien más cuenta la de ella. Aunque es una mujer común para la sociedad, para sus allegados es una grande.
Entonces me pregunto ¿Estás contando la historia de alguien, esté vivo o muerto? porque definitivamente alguien sí está contando la tuya, tal vez sólo una parte, un par de datos, gestos, conversaciones, recuerdos enteros, aunque no sea su intención, pero la está contando, así que ahora cambio la pregunta ¿Qué tipo de historia están contando?

Dice la autora Isabel Allende »La gente sólo muere cuando la olvidan» Sin duda todos tenemos un lado amable y uno no tanto, el hecho de cómo la gente nos perciben tampoco está en nuestras manos, así que cuando morimos dependemos de quienes nos recuerdan y qué tanto se acuerdan.
Clara